La forja de un ciclista

Del chaval que empezó en la escuela (Caja Salamanca y Soria) de la Peña Ciclista Ángel Arroyo, al profesional curtido que es hoy en día, hay una trayectoria de 23 años de esfuerzo, dedicación y espíritu de superación.

Carlos Sastre continúa completando aún hoy en día un largo camino difícil de recorrer.

Antes de conseguir estrenar su palmarés como elite UCI ya había conseguido una gran victoria. Había apostado por ser profesional y lo había conseguido.

Nada fácil. Su propio hermano Miguel ya se lo empezó a demostrar cuando le ganó en la primera carrera federada, una auténtica afrenta para Carlos. Él no podía fallar, su sentido de la responsabilidad siempre le ha obligado a exigirse al máximo.

Ganador en escuelas, batallador en cadetes, (en el equipo Elvor), completo, responsable y líder con enorme visión en juveniles (Yuste Electricidad).

Esos primeros pasos bajo la sabía tutela y dirección deportiva de su propio progenitor, Víctor Sastre, le llevaron al destino por el que pasaba toda la materia prima de calidad forjada en El Barraco: el equipo sub-23 de Banesto.

Organizado, metódico, cuidándose al máximo, Carlos repasó en la cantera navarra todos los requisitos necesarios para ser un buen profesional: aprender a trabajar para los demás, a superar adversidades y a ganar.

Tras sobreponerse a un cúmulo de lesiones que le impedían alcanzar la tercera de las condiciones, Sastre se marcó un año 97 que despejó toda duda al respecto.

Como él siempre ha sido un ciclista con las ideas claras y tenía su meta puesta en vivir de lo que siempre le ha gustado, el ciclismo, ante los titubeos de los dirigentes de Banesto, que no le garantizaban su paso al primer equipo, no tuvo ningún reparo en aceptar la oferta del eterno rival, ONCE-Deutsche Bank.

Allí continuó la etapa de aprendizaje, dio sus primeras pinceladas de calidad y volvió a iniciar, ya como profesional, la trilogía que encamina hacia el éxito. Demostró sobradamente que no se le caen los anillos por trabajar.

ambién tuvo que superar adversidades, como la de su hernia de hiato, que no le dejó rendir al ciento por ciento hasta que se operó. Vencedor de la montaña en la Vuelta 2000, estrenó su palmarés ganando una etapa en la Vuelta a Burgos 2001.

Después de cuatro años madurando con Manolo Sáiz, le llegaba la hora de aspirar a ganador, cosa imposible en un corral con tantos gallos.

Su paso al CSC llegó motivado por la obligación consigo mismo de conocer hasta dónde puede llegar planteándose los mayores retos.

Carlos Sastre ya no se conformaba con menos que liderar un equipo con aspiraciones de luchar por la general en una gran vuelta, apuesta para la que ha encontrado un cómplice inmejorable: Bjarne Riis.

Su décimo puesto en la general del Tour’02, donde fue el único que aguantó la rueda de Armstrong en la etapa de La Plagne, fue el premio a su ciclismo valiente y ofensivo y le valió ganarse la confianza de su director.

La progresión de Carlos, desde entonces, ha sido regular y ascendente en las pruebas de gran fondo. En 2003 terminaba 9º en el Tour tras imponerse brillantemente en la 13ª etapa. En 2004 subía otro escalón y se clasificaba 8º en el Tour, pese a sufrir una fractura de costilla, y 6º en la Vuelta.

En el Tour de 2005 fue un puntal de su compañero Ivan Basso, quien terminó segundo tras Armstrong.

Pese al intenso trabajo realizado, llegó a París en la vigésimo primera posición. Un mes después tomaba la salida en la Vuelta portando los galones de su equipo y terminaba en el tercer peldaño del podio.

La temporada 2006 marcó su mejor registro en un Tour en el que, tras un excepcional trabajo en el Giro para su compañero Basso, tuvo que ejercer inesperadamente de jefe de filas.

Terminó cuarto en París, tras rondar la posibilidad de victoria en la fase decisiva de la carrera.

Y sorprendiendo a todo el mundo por su capacidad de recuperación, aún se atrevió con la Vuelta, en la que también estuvo en la pelea concluyendo en una dignísima y meritoria cuarta plaza.

Al año siguiente, con más confianza y experiencia en el liderazgo del equipo, repitió el cuarto puesto en el Tour y mejoró en la Vuelta, donde terminó segundo, ganándose el cariño de la afición por su combatividad y agresividad, siendo el único corredor que plantó cara a Denis Menchov a lo largo de toda la carrera.